꧁༻𝙏𝙚𝙧𝙖𝙥𝙞𝘼𝙧𝙩𝙚༺꧂ :
Paolo nunca encontró calor en los brazos de su madre ni en las palabras de sus hermanos. En su hogar, el silencio era más helado que cualquier invierno.
Un día, impulsado por una tristeza honda y sin nombre, emprendió el ascenso al Iztaccíhuatl, buscando en la soledad lo que la sangre le negó. A cada paso, el viento lo recibía como un viejo amigo; la nieve no lo hería, lo envolvía con su calor de montaña blanca.
En lo alto, rodeado de hielo y cielo, cerró los ojos y por fin descansó. El frío no lo hizo perecer, lo abrazó, la montaña, madre antigua y sabia, le ofreció el cobijo que su cuna nunca le dio.
Desde entonces, cuando el viento baja del Iztaccíhuatl, dicen que lleva el suspiro sereno de un joven que por fin encontró el amor de la naturaleza. QED
2025-07-24 13:31:20