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: El bosque parecía respirar al compás del viento. Cada árbol, con su tronco retorcido y su corteza áspera, guardaba secretos más antiguos que cualquier palabra escrita. Entre las hojas, los rayos del sol se filtraban como hebras doradas, tejiendo patrones efímeros sobre la tierra húmeda. El aire olía a musgo fresco, a madera mojada y a algo indefinible, como si en cada molécula viajara la memoria de miles de estaciones pasadas. Allí, en un claro casi invisible, una pequeña laguna reflejaba el cielo con tal nitidez que parecía una ventana abierta a otro mundo. Las libélulas cruzaban su superficie con destellos azules y verdes, y cada ondulación del agua era un mensaje secreto enviado desde las profundidades. Los pájaros, ocultos entre las ramas altas, cantaban melodías tan complejas que a veces parecían palabras olvidadas. Era un lugar donde el tiempo no corría en línea recta, sino en espirales, donde los pasos se volvían más ligeros y los pensamientos más nítidos. Quien se adentraba en ese bosque sentía primero curiosidad, luego respeto y finalmente una extraña serenidad, como si la propia naturaleza extendiera una mano invisible y le mostrara que la vida, incluso en su silencio, vibra con historias esperando ser escuchadas.
2025-09-19 03:30:58